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La maldición del antiguo libro

19 octubre, 2024

El aire estaba impregnado de un polvo antiguo y el olor a papel amarillento cuando Valeria entró en la librería de segunda mano. Siempre había tenido una fascinación por los libros, especialmente aquellos con historias sombrías. Mientras recorría las estanterías, un volumen grueso y desgastado llamó su atención. Su título estaba apenas legible, como si el tiempo hubiese intentado borrar su existencia. Sin pensarlo, lo sacó de su lugar y lo hojeó.

Las páginas estaban llenas de dibujos extraños y textos en un idioma que no reconocía. A medida que pasaba las hojas, un escalofrío la recorrió. Había algo inquietante en aquellas ilustraciones, algo que parecía cobrar vida a medida que las observaba. El librero, un anciano de mirada penetrante, se acercó y le advirtió: “Ese libro no es para todos. Algunos lo han intentado leer y nunca regresaron a ser los mismos”.

Valeria sonrió, desestimando su advertencia. Decidida a adquirirlo, lo compró y se llevó el libro a casa. Esa noche, iluminada por la luz tenue de una lámpara, se sentó en su cama y comenzó a leer. A medida que avanzaba en la lectura, palabras y símbolos comenzaron a retumbar en su mente, como si invocaran algo oscuro y antiguo.

Los días siguientes, Valeria se sintió cada vez más atrapada por el libro. Sus noches se llenaban de sueños perturbadores donde sombras danzaban a su alrededor, susurrándole secretos que apenas podía entender. El miedo comenzó a arraigarse en su mente, pero la curiosidad era más fuerte que su sentido del peligro. Cada noche, volvía a leerlo, cada vez más ansiosa por descubrir lo que prometía.

Sin embargo, su vida comenzó a desmoronarse. Pequeñas cosas cambiaron: las luces parpadeaban sin razón, su reflejo en el espejo a veces no coincidía con sus movimientos y la atmósfera en su hogar se volvió opresiva. Cada vez que intentaba hablar con sus amigos, las palabras se le atoraban en la garganta, como si una fuerza invisible le impidiera comunicarse. Una tarde, su mejor amiga llegó de visita y al entrar, se detuvo en seco.

“Valeria, ¿estás bien? Te ves diferente”, dijo, su rostro lleno de preocupación. Pero Valeria apenas podía mantener la mirada fija en ella. Algo en su interior le decía que estaba siendo observada.

Finalmente, una noche, mientras leía, sintió una presencia detrás de ella. Se dio la vuelta, pero no había nada. El silencio era abrumador, y un sudor frío le recorrió la frente. Al volver a mirar el libro, una imagen se destacó: un rostro desfigurado que parecía gritar. Valeria se levantó de un salto, pero al hacerlo, el libro cayó al suelo y se abrió en una página que nunca había visto.

Las palabras brillaban con una luz oscura, y Valeria sintió que una mano helada se posaba sobre su hombro. Su corazón latía con fuerza, y cuando miró hacia atrás, se encontró con el anciano librero, pero su rostro era ahora una mueca grotesca, sin ojos, solo una sombra oscura que la miraba. “Te lo advertí”, dijo con una voz que resonaba como un eco lejano.

Ella retrocedió, tratando de huir, pero las sombras comenzaron a cerrarse a su alrededor. La casa se volvió un laberinto, y las paredes parecían moverse. Las voces de aquellos que habían leído el libro antes que ella resonaban en su mente, suplicando ayuda. “No mires atrás”, decían. Pero era demasiado tarde. La oscuridad la envolvió, y sintió que su propia esencia se desvanecía, como si el libro reclamara su alma.

Despertó en la oscuridad, rodeada de susurros. El libro yacía a su lado, y su reflejo en el espejo, ahora distorsionado, sonreía. Con horror, se dio cuenta de que ya no estaba sola. Un nuevo ciclo había comenzado. El antiguo libro había cumplido su promesa: la maldición ahora era parte de ella, y la atracción hacia lo desconocido la había condenado a convertirse en otra sombra, un eco de aquellos que habían venido antes. Mientras las luces parpadeaban y las sombras danzaban a su alrededor, supo que el verdadero horror apenas comenzaba.