
Era una noche de tormenta, el viento aullaba y la lluvia golpeaba con fuerza las ventanas de la vieja casa de campo donde Clara había decidido refugiarse. Tras una semana agitada en la ciudad, había anhelado un escape a la tranquilidad del campo, pero lo que encontró fue un aislamiento inquietante. La casa, heredada de una tía lejana, estaba llena de objetos cubiertos de polvo y recuerdos olvidados. Desde el primer momento, Clara sintió una presencia extraña, como si la casa misma la observase.
Se acomodó en la sala de estar, tratando de distraerse con un libro, pero el sonido de la tormenta y los crujidos de la casa la mantenían alerta. A medida que la tormenta aumentaba, el ambiente se volvía más opresivo. Cada trueno resonaba como un grito lejano, y Clara no pudo evitar pensar en las historias que había escuchado de la casa: voces susurrantes, sombras que se movían en la oscuridad. Se encogió en su silla, preguntándose si había tomado la decisión correcta al venir aquí sola.
De repente, un golpe sordo resonó en el piso de arriba, interrumpiendo sus pensamientos. Su corazón se aceleró. Clara decidió que debía investigar, aunque el sentido común le decía que no lo hiciera. Con una linterna en mano, comenzó a subir las escaleras, cada paso resonando en el silencio opresivo. Al llegar al pasillo del segundo piso, el frío la envolvió, y la linterna parpadeó, proyectando sombras danzantes que parecían cobrar vida.
A medida que avanzaba, los ecos de la tormenta se mezclaban con un sonido adicional: un grito, apenas audible, pero que heló su sangre. Provenía de una de las habitaciones al final del pasillo. Clara se detuvo, conteniendo la respiración, preguntándose si había escuchado bien. Se acercó lentamente, sintiendo que algo la atraía hacia esa puerta cerrada. Con un temblor en la mano, la abrió.
La habitación estaba vacía, excepto por un viejo espejo cubierto de una sábana blanca. La linterna iluminó el espejo, y Clara sintió una punzada de miedo. Al acercarse, vio su reflejo, pero algo estaba mal. Detrás de ella, en el espejo, apareció una figura oscura que parecía estar observándola. Clara se giró rápidamente, pero no había nadie allí. Volvió a mirar al espejo, y el reflejo ahora mostraba su rostro, distorsionado por una mueca de terror.
Desesperada, Clara retrocedió y salió de la habitación. El grito resonó de nuevo, esta vez más fuerte, y el aire se volvió pesado. Corrió de regreso a las escaleras, pero el pasillo parecía alargarse infinitamente, y la casa comenzó a crujir como si estuviera viva. En ese momento, comprendió que no estaba sola. Algo oscuro la estaba siguiendo, alimentándose de su miedo.
Cuando finalmente logró llegar al primer piso, la tormenta había alcanzado su clímax. La casa temblaba bajo el furioso viento, y el sonido del agua resonaba como un lamento. Clara buscó la salida, pero la puerta principal se había cerrado, atrapándola en la casa. La figura del espejo se manifestaba en cada rincón, un susurro constante que la llamaba.
Con un último intento por escapar, Clara buscó una ventana, pero al abrirla, el viento la empujó hacia atrás, casi haciéndola caer. Fue entonces cuando escuchó el grito una vez más, esta vez claro y desgarrador. Era un grito de dolor y desesperación, que resonaba desde las profundidades de la casa, como si la misma estructura estuviera gritando por liberarse de un tormento antiguo.
Finalmente, en un momento de pánico, Clara tomó una decisión. Se dirigió de nuevo al espejo, el centro del caos que la rodeaba. La figura oscura se acercó, y Clara, en un arranque de valentía, gritó con todas sus fuerzas: “¿Qué quieres de mí?” La figura sonrió, y en un giro inesperado, se desvaneció, dejando solo el espejo.
Con la tormenta en su apogeo y su mente llena de confusión, Clara miró su reflejo. Pero en lugar de su propia imagen, vio a la figura oscura, y comprendió que había sido elegida. La tormenta cesó de repente, y en el silencio, la casa se quedó vacía, a la espera de su próxima víctima. Clara estaba atrapada, un eco del pasado, condenada a ser un grito en la tormenta por toda la eternidad.