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El espejo de los deseos

19 octubre, 2024

Al final de una calle olvidada, en un vecindario donde el tiempo parecía haberse detenido, se encontraba una tienda de antigüedades. Su fachada desgastada y las ventanas cubiertas de polvo ocultaban los secretos que atesoraba en su interior. Cuando Elena, una joven que buscaba algo único para decorar su nuevo apartamento, entró, un escalofrío recorrió su espalda. El aire era pesado, como si cada objeto estuviera impregnado de una historia no contada.

Mientras exploraba, sus ojos se posaron en un espejo antiguo, con un marco de madera tallada que parecía vibrar con una energía extraña. Atraída por su belleza, se acercó, sintiendo un tirón inexplicable que la invitaba a mirarse en él. Al hacerlo, notó que su reflejo parecía distorsionarse. Su rostro se tornó más pálido y sus ojos más oscuros, como si el espejo estuviera absorbiendo su esencia.

“Es un espejo de deseos”, explicó la anciana detrás del mostrador, con una voz que parecía salir de las profundidades de la tienda. “Cualquiera que desee algo profundamente puede verlo reflejado aquí. Pero cuidado, los deseos no siempre se cumplen como uno espera”.

Elena sintió una mezcla de curiosidad y miedo. Su vida había sido una serie de desilusiones: sueños rotos, relaciones fallidas, y una profunda sensación de soledad. ¿Podría ser posible que el espejo pudiera ofrecerle algo más que un simple reflejo?

Esa noche, mientras el viento aullaba fuera, Elena se sentó frente al espejo. Con el corazón latiendo con fuerza, formuló su deseo en voz baja. Quería una vida llena de amor y felicidad, anhelaba conectar con alguien que la entendiera. Al instante, sintió un escalofrío recorrer su cuerpo, y el espejo empezó a brillar intensamente. Cuando parpadeó, vio una figura en su reflejo: un hombre de aspecto encantador, sonriendo con calidez. Era exactamente el tipo de persona que siempre había querido en su vida.

Los días siguientes transcurrieron de manera mágica. El hombre del espejo, a quien ella nombró David, comenzó a aparecer en su vida. Se sentía viva, como si finalmente todo lo que había deseado estuviera a su alcance. Sin embargo, a medida que pasaban los días, algo en la relación comenzó a cambiar. David se volvía más posesivo y controlador. Sus palabras, antes dulces, comenzaron a adquirir un tono amenazante, como si el deseo de Elena lo hubiera transformado en una sombra de lo que una vez fue.

Una noche, horrorizada, se dio cuenta de que no podía separarse de él. Cada vez que trataba de alejarse, el espejo la llamaba, y sus reflejos se volvían cada vez más siniestros. Fue entonces cuando se dio cuenta de la advertencia de la anciana. Su deseo había tomado una forma monstruosa, y ella había atrapado a David, pero también se había encadenado a su propio deseo, un ciclo sin fin de anhelo y desesperación.

Desesperada, decidió enfrentarse al espejo una última vez. “¡Libérame!”, gritó, sintiendo que su voz resonaba en la oscuridad. El espejo comenzó a temblar, y la figura de David se desvaneció, dejando solo su sonrisa retorcida. En un último intento por escapar, Elena rompió el espejo con un golpe de su mano, pero en lugar de liberarse, fue absorbida por la oscuridad que había detrás del cristal.

La tienda de antigüedades permaneció en pie, silenciosa. La anciana, observando el vacío donde solía estar el espejo, sonrió con tristeza. “Los deseos son complicados”, murmuró, “a veces, lo que más anhelamos se convierte en lo que más tememos”. En el reflejo de su mirada, la imagen de una joven perdida se desvanecía, y el ciclo comenzaba de nuevo.